Today we live in a world where it takes lots of commitment to live good, holy and healthy lives. Many believe in God and have faith, but live as though they had no faith or relationship with God.
We are called to give witness to Christ. This testimony must be given not only with words but also with deeds. To convince others of our faith, Christians have to be convinced themselves and receive the help of the Holy Spirit.
That help we receive in the Sacrament of Confirmation, the sacrament of the Holy Spirit, by which a person who has been baptized, receives fully the gift of the third person of the Trinity.
Although in baptism the Holy Spirit is received and in all the sacraments acts one way or another, by the sacrament of confirmation gifts of the Holy Spirit are fully received.
The dialogue that God initiates with us through the sacraments is a transforming and direct dialogue. For those who are serious about this dialogue, it will transmit to them participation in the very life of God.
We must protect, strengthen and nourish that life, powerful in its roots, but fragile and constantly threatened.
The fact that the word “confirmation” means to affirm or consolidate, tells us a lot already. The sacrament of confirmation is for every faithful Christian the full commitment to a mission for the Church in the world.
Confirmation is a sacrament intimately linked to baptism. It is kind of an unfolding from the gift of baptism that shows a connection with the same baptism in the Spirit with which Jesus was anointed.
The gifts of the Holy Spirit are: wisdom, understanding, knowledge, fortitude, counsel, piety and fear of the Lord.
“The Spirit of the Lord is upon me, because he has anointed me to preach the good news to the poor” (Lk. 4: 18).
By the second century, confirmation was also conferred by anointing with holy oil, which came to be called sacred Chrism. “This anointing highlights the name ‘Christian,’ which means ‘anointed’ and derives from that of Christ himself whom God ‘anointed with the Holy Spirit’” (CCC, no. 1289, citing Acts 10:38).
Fr. Salvador Gonzalez, OMI, pastoral staff, shrine
La Confirmación
Hoy en día vivimos en un mundo en que hace falta gente comprometida. Muchos creemos en Dios y tenemos fe, pero vivimos como si no la tuviéramos.
No damos testimonio de Cristo. Este testimonio debe ser no sólo de palabra sino de obras. Para convencer, hay que ser cristianos convencidos y aprovechar la ayuda del Espíritu Santo.
Esa ayuda la recibimos en el Sacramento de la Confirmación, una acción especial del Espíritu Santo, por el cual una persona que ha sido bautizada, recibe el regalo de la tercera persona de la Santísima Trinidad. Aunque en el Bautismo se recibe el Espíritu Santo y en todos los sacramentos actúa de una u otra manera, por el Sacramento de la Confirmación se reciben en plenitud sus dones.
El diálogo que Dios inicia con nosotros por medio de los sacramentos es un diálogo transformador, vivificante. A quienes toman en serio ese diálogo, se les va transmitiendo la vida de Dios. Debemos cuidar, fortalecer y nutrir esa vida, poderosa en sus raíces, pero frágil y amenazada constantemente.
La misma palabra, Confirmación que significa afirmar o consolidar, nos dice mucho. El sacramento de la confirmación es para cada fiel cristiano la plena investidura de una misión a favor de la Iglesia y del mundo.
La confirmación es un sacramento íntimamente unido al del bautismo. Es una especie de desdoblamiento de éste para significar de qué se trata de un bautismo en el mismo Espíritu con el que fue ungido Jesús. ¨ El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres (Lc. 4, 18).
Los dones del Espíritu Santo: sabiduría, comprensión, conseuo, fortaleza, conocimeinto, piedad y el temor del Señor.
La unción de Jesús, en continuidad con la unción de los reyes del Antiguo Testamento, le capacita para ser el defensor y el salvador de los pobres (ver Sal 72, 1-75). El comunica su mismo Espíritu a los Apóstoles en Pentecostés (ver He 2, 4). Y ellos, a la vez, lo comunican a los creyentes.
En el siglo segundo, la Confirmación también fue conferido por la unción con el óleo santo, que llegó a ser llamado sagrado crisma. “Esta unción ilustra el nombre ‘cristiano,” que significa “ungido” y se deriva de la del mismo Cristo a quien Dios ungió con el Espíritu Santo’” (CIC, no. 1289, citando Hechos 10:38).
P. Salvador González, OMI, Equipo Pastoral del Santuario